“LOS
TRECE FUNDADORES”
por
JUAN IGNACIO MORENO GALDAMES
Tema expuesto en la Sesión Comida de Mayo de 2011
de la
Sociedad “LOS CÓNDORES” de Talca
QUERIDOS amigos, yo realmente espero no
defraudar a esta audiencia. Yo no soy orador, tampoco soy un analista y menos
un historiador de nuestra Institución;
simplemente soy un integrante de ella, por hoy el más antiguo. Soy un Cóndor
que ingresó a esta Sociedad ya hace
algunos años (45), y que me han privilegiado al entregarme su conducción y
administración por cinco períodos, todos alternados entre sí.
Yo quiero contarles a ustedes, lo que la
Institución me ha ido transmitiendo a mí, a través de mis años de contacto y
espero en realidad que ustedes Iogren lo que yo hace muchos años logré:
formarme en la más pura, leal y sincera amistad que preconiza la institución
como un principio fundamental.
Esto se lo debemos a nuestros padres
fundadores, que dieron inicio a esta Institución, y ellos serán el tema que me
ha propuesto el Presidente para esta noche.
Y así entonces, es imposible que yo pueda
dar una opinión objetiva del tema que nos convoca, porque soy de los que piensa
que nuestro razonamiento es la expresión de nuestras convicciones y de la carga
de principios fundamentales que tengamos.
Empecemos entonces ahora a conocer un poco
de cómo comenzó la Sociedad Los Cóndores de Talca. Institución fundada, fundada
y formada por seres humanos, trece simples y comunes hombres, trece bien intencionados caballeros por su
nobleza ética, cuya principal preocupación fue la amistad, perfeccionada a través
del estudio y la reflexión, la convivencia y el entendimiento, para que así
sea posible encontrar como persona a
otras, para que luego en el quehacer cotidiano, en la vida pública, con la
palabra y la acción, sirva para que esta ciudad de Talca conozca sus propios
caminos, que la lleven a encontrar, no tan solo unos mínimos de felicidad, sino
metas que parecen inalcanzables, que permite desde el punto de vista moral,
elevar la Calidad de Vida y así la Especie Humana, puede vivir en paz y en
armonía. Esto es lo ideal, y si estamos conscientes del valor de este ideal,
tenemos que estar conscientes también que para lograrlos, hay que sacrificar
anhelos y deseos.
Con
esto, yo sólo quiero dejar establecido, que cuando alguien se propone alcanzar
una ética o una moral, con valores superiores, debe ir aprendiendo desde la
partida, que tendrá que recorrer un camino de esfuerzo y de sacrificio. Y éste
es el camino que emprende cada Cóndor, durante toda su vida.
AHUMADA,
Carlos
CASELLAS,
Ramón
CEA
ORELLANA, Alberto
CEA
ORELLANA, Arturo
FUSTER
CAMPANO, Francisco
GAJARDO
VERA, Jenaro
LAVADOS,
Manuel
RAMOS
ROJAS, Jorge
SILVA
FONCEA, Carlos
SILVA
FONCEA, Luis
SOTO
VILLANUEVA, Hernán
TOLOSA
RODRÍGUEZ, Enovardo
VERA
MESA, José Luis
A
estos trece hombres, aglutinados por el liderazgo de Jenaro Gajardo Vera, los
unía una gran convicción: el hombre –en el sentido genérico del término–, su principal preocupación,
expresaba su fe en él. Le reconocían imperfecto, pero perfectible.
Planteaban la convicción optimista y meliorística capaz de mejorar, de su
doctrina de amor, por el género humano. Le reconocían al hombre la capacidad
que tiene éste de ir
más allá de sí mismos trascendiendo sus límites físicos de su ser, con su palabra, sus ideas,
sus actos.
Una servilleta de papel, una lapicera
fuentes y una mano que escribió quince nombres, los antes nombrados mas Osvaldo
Vilas Luaces y Raúl Bustos que acordada la lista el sábado 25 de agosto de
1951, no concurrieron a la oficialización de la fundación el viernes 31 del
mismo mes, de allí la tradición del sesionar el último viernes de cada mes.
Podemos decir, por tanto, sin exagerar,
que la principal preocupación de nuestros fundadores es el hombre, es el ser
humano y se empeñándose en su reconciliación, con su mundo físico, espiritual y
social. Por este camino, la Sociedad Los Cóndores de Talca ha venido mostrando
por generaciones, que el ser humano es intocable en todo aquello que concierne
a contingencias de nacimiento o posición social, de confesión religiosa o
filosófica, de pensamiento político. Defiende sus derechos inalienables de
justicia y libertad en el reconocimiento de tales atributos, va comprendiendo como
deber, el amor a la Humanidad y el interés por el destino humano, no tan sólo
como individuo aislado, sino como componente de la Sociedad, que es donde debe
expresarse toda la humanidad del hombre.
Podemos agregar ya, ahora, que la Sociedad Los Cóndores de Talca no es un
partido político, ni una secta ni un club filantrópico. Brevemente explicaré que
no es un partido político, pues no exige criterios doctrinarios, a imponer por
sus integrantes en la sociedad en que se desenvuelve. No entrega consignas a
defender e imponer. No tiene doctrinas particularizadas en lo económico,
político o social. Esta Institución, por el tácito acuerdo de sus fundadores
sólo incita al estudio, a la reflexión
en un entorno de amistad.
No es esta institución una secta, ya que
reconoce como válida la religión en la que todos los hombres están de acuerdo.
Esto es el ser hombres de bien, leales. Hombres de honor y probidad,
cualesquiera que sean las denominaciones o confesiones que ayuden a
distinguirlos. No es tampoco un simple club filantrópico, aunque la Filantropía,
entre nosotros, existe en forma natural al igual como existe entre los
componentes de una gran familia, expresada también en la sociedad, pero lo
hegemónico en esto es que la Sociedad Los Cóndores ejerce la filantropía,
enseñando ante todo la justicia social, la igualdad como principio de justicia
y la fraternidad, como expresión de amor y respeto al ser humano.
La actitud de la Sociedad Los Cóndores está expresada en su
confianza, en la dignidad de la naturaleza humana, quien en la convivencia, es
capaz de superar las dificultades, tanto materiales o morales, creyendo siempre
que su fuerza y energía estarán al servicio del bien.
Por todo lo dicho hasta ahora, ya podemos
ir concluyendo, que la preocupación fundamental de la Sociedad Los Cóndores es
el hombre. Conocer como ser humano individual y como parte de una sociedad
polivalente y multidisciplinaria,
para ser un faro referente, al cual puedan mirar sus congéneres en la diaria
convivencia.
La Sociedad Los Cóndores hoy, y en sus
inicios, y por lo
expuesto hasta aquí, pienso que justifica
-tal vez me equivoque–, pero que
pienso que justifica sobradamente su existencia y al meditar sobre sus
posibilidades hacia el próximo futuro, sólo quiero dejar trazadas algunas ideas
que me han nacido como resumen de mi ya larga y agitada vida. Estamos al final
de una época que nos ha ido sorprendiendo desde temprano por dos aspectos fundamentales:
los innumerables avances técnicos, en todos los campos del saber humano. Es
indudable que las civilizaciones cuentan hoy con arsenales a veces
inimaginables de artefactos que pueden hacer la vida cotidiana muy placentera.
Los avances tecnológicos en el campo de la ciencia harían desesperar el cerebro
de cualquier sabio de anteayer, por la fantástica capacidad creativa demostrada
en las invenciones y descubrimientos que están sirviendo a la Humanidad de hoy.
Todos nos sentimos orgullosos de estas realizaciones humanas. No podemos callar,
lo que hasta hoy está constituyendo un rotundo fracaso y que es lo que se
refiere a nuestra limitada capacidad demostrada a través de los tiempos, para
afrontar con éxito lo que es más importante en la convivencia: saber vivir en
sociedad. En esta situación de palpable fracaso debemos estar conscientes que
lo está el mundo oriental y nuestro mundo occidental.
En nuestra incapacidad de ser felices en
la convivencia, tenemos que darnos cuenta que ni tan siquiera que los
pertenecen a las mismas culturas, pueden vivir con paz y tranquilidad, menos
pueden vivir los pueblos con culturas parecidas o distintas. Y en esta selva en
la que vivimos, es sólo el hombre el único que con franca irresponsabilidad, se
desenvuelve alterando, cambiando, modificando todas las leyes que en la
Naturaleza rigen a los seres vivos en su coexistir.
También es cierto que al hombre, por
satisfacer a veces intereses mezquinos, no le ha venido importando
absolutamente nada todos los pequeños grandes desequilibrios que ha venido
produciendo en el orden, y que ya, a veces, nos hace pensar que es tarde la
armonía. Para satisfacer intereses mezquinos, ha ejercido indiscriminadamente e
irresponsablemente el derecho de apropiación. Se ha arrogado gratuitamente el
derecho de la exigencia y el de la explotación y con qué facilidad se posesiona
de la verdad, queriendo imponerla muchas veces contra natura con la muerte. Y
por dar satisfacción a su ambición deslegitimada, no le ha bastado avasallar a
sus iguales. Ha ido esclavizando, maniatando, explotando también la Naturaleza,
adueñándose de sus riquezas, aparentemente, para llevar felicidad y confort al
Ser Humano, y digo «aparentemente», ya que todo, al final del camino, se ha ido
transformando en angustia, competitividad deshumanizada, explotación
esclavizante y enriquecimiento desmedido e irracional de uno muy pocos. Si en
la primera década de nuestro siglo seguimos viendo, sintiendo el hambre y la
muerte sembrada artificialmente por la propia mano del hombre
y sigue el hombre cada día demostrando, que no ha sido capaz de defender sus
grandes y únicas riquezas, la vida del Planeta –su propia vida–.
Mientras existan estos serios problemas,
nuestro deber es reforzarnos en el pensamiento de nuestros padres fundadores,
que conociendo el valor de la moral, nos enseñaron sin traumas ni coacción, al
tratar de liberarnos de la ignorancia; nos propusieron alejarnos del fanatismo,
al hacernos meditar en la tolerancia, fraternidad, justicia, libertad y todos
sus principios; nos entregaron una firme convicción racional que nos hace
levantar como una gran bandera de lucha, el amor a nuestros semejantes,
expresado en el irrestricto respeto a su propia personalidad en la convivencia.
Y en segundo lugar la convicción de que una actitud dialógica es el mejor medio
para que en la conversación, donde se conjuga el lenguaje y la emotividad, lleguemos
a los acuerdos unánimes dejando atrás los pactos, frutos de negociaciones que
siempre niegan el Yo de los dialogantes. Así, el futuro de la Sociedad Los
Cóndores puede ser cada día más esplendoroso.
Antes de terminar, quisiera relatarles una
parábola que por lo simple me ha parecido bastante demostrativa de un valer,
que ojalá lo pudiéramos comprender todos.
«Había un hombre, que tenía una doctrina,
que guardaba en el bolsillo interior de su chaleco junto al pecho, pero no
dentro del pecho. La doctrina empezó a crecer y para guardarla le construyó un
arca de fina madera de cedro. Pero como el arca empezó a crecer le construyó una
gran casa y así, nació el templo, pero el templo siguió creciendo y éste, se
comió el arca de cedro, al hambre y a la doctrina escrita que guardaba en el
bolsillo interior de su chaleco. Luego vino el sabio maestro y pensó en voz
alta: el que tenía una doctrina, que se la coma, antes de que el templo se lo
coma a él, que la vierta en su sangre, que la disuelva en su sangre y que lo
que es del Yo, se identifique con el
Nosotros en pro de la doctrina, así
hará carne de la doctrina y su cuerpo, será el bolsillo, el arca y el templo».
Nada más
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